viernes, 14 de junio de 2024

Earthquake!


"Velen (Estén alerta), pues no saben ni el día ni la hora..." 
Mateo 25:13 

Y así fue... 
Enceguecido tras la ilusión de una mejor vida basada en riquezas materiales. Convertido en un "Zombie" del trabajo, los servicios de "streaming" de paga y de las redes sociales con su concepto de vida "virtual" y su paradoja "On-Line" pero vacía, en gran medida simulada, distante y fría, no advertí las múltiples señales de lo que estaba por venir. Aunque en algunos aspectos he de confesar que yo mismo -sin saber la magnitud de lo que me sobrevendría- invoqué al siniestro natural para luego aprender en carne propia eso de que "No es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar..." 

Viéndolo en retrospectiva, no fue algo sorpresivo. Pues en mi vida se habían estado produciendo sismos esporádicos de magnitud media, que se repetían como el patrón de Fibonacci -a la inversa!-; pero por aquel entonces yo era un buen cliente de la "sociedad Zombie" y aunque los "Morfeos" y "Trinities" de mi Fe me habían invitado a tomar "la pastilla roja" -Quienes vieron Matrix saben a que me refiero!- continuaba sin hacer consciencia de lo intenso y violento de los contactos de las "placas tectónicas" que estaban ocurriendo a lo interior de mi entorno.

Entonces llegó la fatídica hora - ciertamente No fue una "hora"- 
En un instante, comenzaron a tambalear todos los cimientos de mi existencia. Incluso aquellos que YO creía eran pilares firmes e inflexibles, los vi temblar y caer como un castillo de cartas. 
Llegó ese momento donde todo pasa "en cámara lenta" y ves con todo lujo de detalle como el siniestro desmonta en un momento, lo que te había costado tanto en construir durante toda la vida, sin que puedas hacer nada para evitarlo... 
La violencia, lo inesperado e impredecible de "la naturaleza" (la vida) nos deja claro y para que no quepa ninguna duda, que NUNCA hemos sido los arquitectos, ni los propietarios de nuestra existencia, solamente inquilinos de paso. 

Lo siguiente no se hizo esperar: Gran confusión, miedo a la muerte, impotencia, frustración... 
El instinto nos lleva a procurar refugio; pero ¿dónde? y ante la posibilidad de un desenlace funesto, recurrimos desesperadamente al último recurso, que en condiciones normales y minutos antes del siniestro entendíamos era cosa de ingenuos y de otras épocas: Reconocemos la existencia de un ser superior,  le clamamos misericordia desde lo más profundo de nuestro ser y le pedimos que intervenga y nos libre de esta terrible situación. 

Pero la situación no acaba ahí... 
A los que han sobrevivido, les toca ser testigos de escenas desgarradoras y traumáticas "de por vida", todo el esplendor de nuestra existencia hecha escombros, fuego y humo, teniendo de fondo gritos de dolor, desconsuelo e impotencia de aquellos que resultaron heridos o lloran sus pérdidas. 

¡Entre esos heridos de gravedad me encuentro yo! ---en ocasiones la desgracia, caprichosa como es, puede decidir "acompañarte" por un rato mas largo... así que mi temblor de tierra no duró unos breves minutos y lo devastador de su impacto en mi realidad parece incuantificable... 

Sepultado entre los escombros de aquellos cimientos  en los que construí toda una etapa de mi vida y  cuyo peso me aplasta causando gran dolor e impidiendo que pueda clamar por auxilio me decía a mí mismo:

    Vendrán!, Sé que vendrán por mí... 
    Mis amigos vendrán a apoyarme me repetía una y otra vez... 

Los segundos se hicieron minutos, los minutos horas, las horas días; pero aquellos en los que había puesto mi confianza no llegaban... 
En ese angustioso entretanto, me tocó ser testigo de la muerte de algunos a mi alrededor que al igual que yo, estábamos a la espera de ser rescatados. 
A algunos les llegó su hora en medio de quejas y maldiciones por su mala suerte o porque "los demás" no eran diligentes y/o rápidos para encontrarlos. 
A otros la muerte los encontró dormidos y en sus rostros -a pesar de las evidentes heridas sufridas- se reflejaba paz. 
También pude presenciar conmovedoras escenas de algunos de los que fueron encontrados y rescatados con vida de las ruinas que los sepultaban. En la mayoría de estos casos, noté que estos eran rescatados por sus propios familiares y al momento de su rescate, si bien lloraban de dolor, ya por las heridas, ya por la experiencia vivida, les escuché agradecer que los encontraran... 

Yo seguía esperando... 
Al dolor de las heridas, se sumaron "el hambre", "la sed" y "el frío" de una noche que parecía no tener fin. Teniendo como únicos visitantes en esa larga y dolorosa espera, a “las etapas del duelo”, que se turnaban para darme cátedras, tomando de referencia los planos de la ciudad que yo me había construido y debajo de cuyas ruinas desfallecía. 

Para mi fortuna, en lo oscuro de esas noches, por alguna extraña razón, siempre tuve la sensación de que no estaba solo. Algo en mi interior me impulsaba a no rendirme y me alentaba a ver que no todo era desgracia… que a pesar de todas estas ruinas, mi vida no acabaría aquí. 
Con la incertidumbre de no saber si aún no había llegado al fondo de mi abismo personal, aunque pensaba para mis adentros que ya más profundo y más bajo no podía caer; lo cierto es que esa sensación de que -luego de este desolador terremoto- las cosas cambiarían para mi bien, me producía una sensación de calma.  

Quizá llegué a este estado de paz interior fruto de esta violenta sacudida, al tener que replantear mis prioridades debido a la nueva realidad que me llego tan inesperadamente. Comencé a preguntarme: 
    * En mi estado actual, de que me sirve lo elevado de mi cargo en el trabajo? 
  Puedo acaso usar mis horas extras en el trabajo para intercambiarlas siquiera por algun        medicamento para este dolor que me apuñala?
    * Como aporta a mi crítica condición de salud física y emocional la marca de lo que llevo puesto o lo        costoso de mi teléfono móvil inservible a mi lado?

Así que concentré mis pocas energías en lo verdaderamente importante: 
    Respirar!,   
    Una vez...  otra vez!!! 
    Aunque resulte difícil y duela, 
    “Vamos... una vez más... así, así…” 

Haciendo esto fue como dejé de autocompadecerme y lamentarme de lo pesado de los muros que me aprisionaban… 
Fue así como aprendí a tomar notas para mi provecho en las cátedras que recibía de las etapas del duelo. Si bien no obtuve las mejores calificaciones, al menos las fui superando una a una... 

Hasta que finalmente me rescataron de entre los escombros. 
Estaba casi inconsciente y al borde de la muerte... 
Solo atiné a escuchar que decían: 
    "Aquí está!...  Aquí está!!!", 
    "Gracias Señor por permitir que lo encontraran con vida!" 
Aunque hacía mucho que no la escuchaba, pude reconocer que esa era la voz de mi "Madre querida". Si bien no me quedaba claro cómo eso podía ser posible, cuando ella se nos había adelantado al encuentro con Dios Padre.  Será acaso que había muerto?... 
….. 

No, no había muerto, fui rescatado!. 
Como me repetía aquella voz interior entre los escombros, aunque el terremoto fue devastador: ¡aquel no era mi fin! 

Ahora, mientras todo está en proceso de reconstrucción: mi cuerpo, mi alma, mi propósito. Con múltiples cicatrices en el cuerpo y en el alma. Con la imagen de mi ciudad reducida a un montón de  escombros aun fresca en mi mente. Cojeando de una pierna y del corazón... Consciente de lo vivido bajo aquellas ruinas de mi vida mientras esperaba ser rescatado, me queda claro un nuevo rol por asumir en la nueva versión de mí que pretendo construir: 
    Voluntario a “Rescatista” de almas en zonas de desastre. 
¡No por méritos o experiencia, sino en acción de gracias y en solidaridad con aquellos que esperan esa mano amiga que los rescate de las ruinas de sus realidades colapsadas! 



Earthquake! 
Autor : Reynaldo Cruz Rijo, 
Junio 2024