Si bien es
cierto que hoy día las redes sociales se han convertido en el espacio por
excelencia para los reencuentros con viejas amistades, la presente historia
ocurrió usando un mecanismo más tradicional para este tipo de encuentros, y que
a pesar de las novedades tecnológicas, aun sigue vigente; Sucedió en una
funeraria.
Allí estaba
yo, al igual que muchos compañeros de mis años de secundaria, acompañando en
silencio a aquel amigo en ese difícil momento de su vida: Despedir a su madre…
De pronto, las
puertas de la sala fúnebre se abrieron para dejar pasar a aquella otrora muy buena
amiga, que no veía desde hace tantos años…
Luego del
correspondiente espacio dedicado a solidarizarse y acompañar a nuestro amigo
común en su pesar, se dirigió a la esquina de la sala donde nos congregamos los
afines a la misma época y donde –como es costumbre para un grupo con tantos
años sin contacto directo--, recordábamos anécdotas de aquel entonces y hacíamos
una especie de puesta al día desde aquellos días escolares de entonces hasta la
actualidad.
En cierto
momento, aquella amiga de entonces se acercó a mí y entablamos una conversación
algo mas íntima. Dijo recordarme con mucho aprecio y que suele citarme como el
modelo de amigo ideal que cualquier persona podría desear.
Si bien sus
palabras podrían sonar halagadoras, más bien me causaron extrañeza, porque en
mi mente no me quedaba clara la razón por la cual nuestra amistad se fue
enfriando hasta el punto de quedar como simples conocidos. Entonces mi amiga dijo:
Sabes que entre
nosotros desde siempre hubo esa confianza en el trato, esa química…
Es por esa
razón que uno de tus mejores amigos del colegio pidió tu intercesión para
acercarse a mí en procura de establecer una relación…
Recuerdo que desde
entonces, no desperdiciabas la ocasión para ponderar ante mí las bondades de
aquel amigo. Inventando pretextos para hacernos coincidir y provocar la chispa
que uniera lo que entendías eran dos buenos corazones…
Tu sentido de
la amistad hacia aquel amigo tuyo era tal, me confesaba ella, que nunca pudiste
ver que ese brillo que decías ver en tu amigo cuando me miraba, era el mismo
que tenían mis ojos cuando estábamos juntos…
Siempre me
decías que merecía un gran hombre y recuerdo –Cita ella, que un día, no me
contuve y te respondí: “Uno como Tu…”
Mi amiga recordaba
con claridad meridiana la fecha exacta y el lugar cuando eso ocurrió. De hecho,
lo citó como el momento en que nuestra relación cambió--
Ella continuó
diciendo: “Entonces me tomaste de la mano y me miraste a los ojos que estaban
fijos en los tuyos” y volviste a
insistir en lo feliz que sería en contar como compañero sentimental a una
persona como aquel amigo…
Luego de una
breve pausa, mi amiga prosiguió su relato:
--Sin retirar
mis manos de entre las tuyas, continué insistiendo en mirarte a los ojos,
quería estar segura de que entendieras “Mi mensaje, mi elección”…
Pero el escudo
de una amistad pura hacia tu amigo, anulaba todo aquel conjuro amoroso que
brotaba de mis ojos y el sudor nervioso de mis manos…
No lo viste…
No lo
sentiste…
Nunca me viste
con esos ojos…
A pesar que
siempre dijiste que yo era una mujer atractiva, nunca te figuraste en el lugar
que asumías para tu amigo…
Mi amiga
concluyó su relato diciendo:
En aquel breve
momento, Aunque estaba confundida por tu reacción y por no ver en tus ojos el
mismo brillo que brotaba de los míos. pude ver que en tu mirada, franca y
directa a mis ojos, no había simulación –simplemente no eras capaz de verme a
tu lado como tu pareja —
Entonces entendí
que no era necesario insistir y me alejé…
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NOTA: Debo precisar que esta narración está "inspirada" en hechos reales, pero su ambientación, forma e incluso nuestro rol en la historia puede no corresponderse con los hechos realmente acaecidos.
La intensión aqui, es rendir tributo a aquellos dias de amistades desinteresadas y de sentimientos recien salidos del corazón --sin filtros, ni sensuras-- que suelen ser mas comunes en nuestros años mozos.
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Mis Memorias LII: Una Historia de Amor y
Amistad.-
Reynaldo Cruz Rijo
11 Abril
2015